Creo que no hay nadie a quien no le fascine la mirada y la sonrisa de los delfines. Es uno de esos animales por los que todos sentimos especial simpatía y soñamos siempre con nadar junto a ellos. Dejar que jueguen con nosotros y nos fascinen con su espectáculo de saltos, giros y piruetas.
Este sueño se puede hacer realidad, pero nunca, nunca, jamás penséis en un delfinario, un zoo o cualquier lugar donde estén recluidos en una cubeta (por más que quieran darle sensación de “gran tamaño”), donde están hacinados, encarcelados, tristes… O peor aún. No han conocido la libertad.